Detrás de todos los sonidos que logramos percibir en un día normal, uno de entre semana, los portones de un edificio tan antiguo como este, nos recibe con un alivio para cualquier clima; en esos días de verano una suave brisa recorre desde el rostro hasta el cuello para refrescar el ambiente, y cuando hace frío, pareciera que el calor se concentrara e hiciera un invitación a permanecer dentro.
En esta ocasión el llamado que escuchamos está en francés; Le monte analogue, es la nueva exposición temporal que el Centro Cultural Metropolitano presenta a su público para encontrar nuevas visiones de esta famosa novela.
De entre las diferentes concepciones que una persona puede tener acerca de un tratado, impresiona encontrar tantos diferentes enfoques sobre una montaña invisible, que es de lo que trata la novela francés, pues encontramos muestras de arte plástico que van desde las esculturas, la pintura, fotografía y un representante de más ingenioso muralismo, que al ser plasmado en una pared roja resalta sus lineales negros y blancos.
Una propuesta de dos puertas realizadas en acrílico y pintadas en azul y violeta evocan con sus formas olas del mar, pues en la travesía de René Daumal el mar es una de los más fuertes protagonistas.
La fotografía de una mujer desnuda no trae a la mente más que libertad, sus brazos abiertos, el fondo amarillo, la sonrisa en su rostro. “Carne”, los pies embotados, y dentro de una cesta de plástico son arrastrados hacia la dirección que le plazca a quien tira de ellos.
Jean-Pierre, una escultura en madera muestra su estilo cubista, detallando cada una de las características de sus manos, su ropa en incluso de sus zapatos. Un mecanismo en color plata, con toques rojos imita el día a día, empieza su funcionamiento con una pequeña canica en aluminio que recorre la pista que se le ha predispuesto una y otra vez para que todo funcione como se planeó y al terminar la jornada, el recorrido, regresa al principio para repetir, mientras le dure la energía, el mismo proceso.
Para los ojos de un público general los dibujos en papel de la exposición son obra de niños de jardín de infantes, pues los peces tienen la forma más básica en la que un ser humano la pudiera concebir, los nada preciso trazos en colores primarios, y uno que otro secundario están algo alejados de lo que nuestra mente dibuja para nosotros como arte.
Tras viajar de un salón a otro, comprendiendo la visión los de los expositores en cada una de las obras se termina el recorrido, al parecer esa sensación de la vista es un requisito para salir de algún centro cultural: los ojos se acostumbran a la nueva luz, se entrecierran en un intento de protegerse y nos regresan a lo habitual de nuestra vida.
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