ESTÍMULOS SENSORIALES:

La muestra de danza "Cuando se descuelgan los disfraces" de la Compañía Mexicana Delfos se presentó en el Teatro México



Es una noche fría como las que se están haciendo costumbre en Quito, miles de gotas de lluvia, hacen correr a cuanto transeúnte sorprende en las calles. Llegamos a nuestro destino, el Teatro México abre sus puertas de cristal para quien llegara a la hora de la cita a esta nueva muestra.
Daban las seis cuarenta de la tarde, el aliento crea nubes de humo, pues el contraste del frío externo a la temperatura corporal se hace notar para que reaccionemos y busquemos un refugio más abrigado que la calle de esta noche.
Una vez dentro cuidamos cada uno de nuestros pasos, el brillo de los pisos envía su mensaje a la mente de que pudiéramos resbalar, caer, hacer el ridículo. Seguimos caminando y tres personas nos reciben con una gran sonrisa y el programa, que contiene una síntesis de la obra que hoy presenciaremos.
Imponente, grandioso, intrigante, se abre ante nosotros el interior de este recién remodelado teatro, y las miradas de quienes ya aguardan a dentro y se entretienen mientras empieza la obra. El telón, que al entrar se encuentra a nuestra derecha, tiene un diseño diferente al de los teatros que había visitado hasta ahora, aún cuando conserva su característico rojo avinado. El misticismo es creado por las luces, multidreccionadas, en tonos casi siempre amarillentos, golpean en las oscuras paredes y crean arcos de luz que se despliegan a nuestro alrededor en formas circulares.
En medio de un leve murmullo una voz irrumpe la normalidad, una mujer pide minutos de paciencia pues los artistas han tenido un retraso y se tomarán unos minutos para empezar.
Cuando se apagan las luces, cuando el silencio nos embarga, cuando los músculos se relajan, es cuando empieza cuando de descuelgan los disfraces, reciente obra de la compañía de Danza Delfos, proveniente de México. En medio de la oscuridad que se crea a propósito, se abre paso una animación digital, un árbol, que tiene en sus frutos a tres de los danzantes de este acto, vestidos en color piel simulan desnudez, sus rostros expresan la pasión que se entrega en cada movimiento.
Música; entre violines y pianos que pasan de la violencia a la paz, de la angustia al reposo, de un corazón agitado y órganos tensos a un profundo respirar.
Quizá lo que más llama la atención después de los bailarines es la propuesta digital que se presenta a la par de la coreografía, en un negro que atrae a la mente el vacío, se forman cuerpos, que imitan a la danza que frente a ellos se representa, en millones de partículas, en blancos y dejando detrás de ellos parte de sí, que se pierden en pocos momentos.
Manipulación, así lo interpreto, el liderazgo que uno de nuestros semejantes impone sobre los otros y los obliga a realizar las mismas acciones que él; un hombre delante y otro atrás ambos en sincronía, ambos idénticos. En un segundo momento se presentan parejas, hombre y mujer, ambos ligados al otro por una doble chaqueta; ellos corren, saltan, y ellas a su merced son arrastradas por la voluntad de los primeros. Después de varios movimientos bruscos se logra una libertad, ellas ya no están atadas a físicamente a los hombres, pero ahora ellos pueden moverlas sin siquiera tocarlas, como títeres, las levantan, las arrastran y al final las dejan en el suelo sin voluntad de levantarse.
Un nuevo personaje se presenta en escena, en una especie de móvil, un hombre aparece y el resto le rinde reverencia, hacia él corren los demás del elenco. En un traje negro y rodeado de diferentes vestidos les ofrece zapatos dorados que ellos toman como tesoro y desempeñan el resto del acto en torno a este objeto.
La presentación no dura más de una hora, en la que todo nuestro cuerpo sufre drásticos cambios, ya sea por las luces o la música, pues estos son los estímulos sensoriales que hacen que nuestro cuerpo reaccione de la manera que se ha determinado.
Al cerrarse el telón y abrirse nuevamente, en un fila, tomados de la mano salen los artistas a recibir el merecido aplauso del público.
Con la última persona fuera el teatro vuelve a su paz habitual.

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